Con más de 49,000 metros cuadrados de construcción y una inversión de 1,200 millones de dólares, la nueva embajada de Estados Unidos en México se presenta como un símbolo de fortaleza en la relación bilateral. Sin embargo, este anuncio llega en un contexto de incertidumbre política, marcado por la inminente llegada al poder de Donald Trump y las tensiones que esto genera en la región.
El embajador saliente, Ken Salazar, aprovechó la ceremonia en la nueva sede, ubicada en la colonia Irrigación de Ciudad de México, para enviar un mensaje optimista: “Estamos más unidos que nunca”. Su discurso fue un claro contraste con la retórica divisiva que ha caracterizado a Trump, quien ha prometido medidas como el cierre de fronteras, deportaciones masivas y aranceles punitivos.
Salazar destacó que la visión de la embajada va más allá de la política, apostando por el fortalecimiento de Norteamérica como una región unida. En sus palabras: “Nuestra visión es tener socios iguales y hacer una familia”.
Un proyecto con simbolismo y futuro
La nueva sede, considerada la más grande de Estados Unidos en el extranjero, refleja la importancia estratégica de México para Washington. Construida en un terreno que albergaba una antigua fábrica de Colgate-Palmolive, la embajada incorpora elementos inspirados en el Museo Nacional de Antropología, con 81 ventanillas consulares adicionales para atender la creciente demanda de servicios.
Aunque aún no está en funcionamiento, su inauguración oficial se espera para los próximos meses. Durante la ceremonia, Salazar evocó la longevidad del proyecto al mencionar que esta será “la casa de Estados Unidos para los próximos 75 años”.
El legado de Salazar y el futuro con Trump
La despedida de Salazar, quien dejará su cargo el 7 de enero, coincidió con la propuesta de Ron Johnson como su sucesor, un boina verde alineado con la agenda de Trump. Este cambio podría marcar un giro en la relación bilateral, especialmente en temas como el comercio, la migración y la seguridad.
La ceremonia estuvo llena de simbolismos y cultura, con presentaciones del Ballet Folklórico de México y los artistas mexicoestadounidenses Jesse y Joy. Sin embargo, no pudo ocultar las tensiones latentes, ni las dudas sobre el rumbo de la relación entre ambos países bajo una administración Trump.
La nueva embajada es, en esencia, una metáfora de la relación México-Estados Unidos: un vínculo complejo, con altibajos, pero destinado a perdurar. El desafío será mantener ese espíritu en medio de las tormentas políticas que se avecinan.