Por Rafael Martínez Solís
El Paquete Económico 2025, presentado por el gobierno federal, ha generado una mezcla de opiniones encontradas. Como suele suceder, hay elementos que invitan al optimismo y otros que despiertan preocupación, sobre todo cuando se examina la relación entre las metas planteadas y las realidades económicas del país. Es, literalmente, un caso de unas de cal por otras de arena.
Entre las buenas noticias, destaca el énfasis en la inversión en infraestructura. Se ha destinado un presupuesto significativo para proyectos estratégicos, como el desarrollo de energías limpias, la modernización de carreteras y puertos, y la continuidad de proyectos ferroviarios. Esto no solo genera empleo en el corto plazo, sino que también fortalece las bases para un crecimiento económico sostenido en el mediano y largo plazo. Además, se han incrementado los recursos para salud y educación, lo cual es clave para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y reducir las brechas de desigualdad.
También es alentador el compromiso por mantener una inflación controlada y fomentar la estabilidad financiera. Las proyecciones de crecimiento económico para 2025, aunque moderadas, reflejan un panorama estable que, de concretarse, podría ayudar a mejorar la percepción de México como un destino atractivo para la inversión extranjera.
Sin embargo, no todo son buenas noticias. Entre las preocupaciones más destacadas están los recortes en áreas críticas. Por ejemplo, el presupuesto destinado a la investigación científica y tecnológica continúa rezagado, lo cual resulta alarmante en un mundo donde la innovación es clave para la competitividad. Asimismo, se observan ajustes significativos en programas relacionados con el medio ambiente, justo cuando el cambio climático demanda más atención y recursos.
Otro aspecto preocupante es el aumento de la deuda pública. Aunque el gobierno asegura que el nivel de endeudamiento es sostenible, el creciente porcentaje del PIB destinado al servicio de la deuda deja menos margen para atender otras necesidades urgentes. Esto podría convertirse en un problema a largo plazo si el crecimiento económico no es lo suficientemente robusto para compensar.
El Paquete Económico 2025 es un recordatorio de las tensiones inherentes a cualquier planeación presupuestaria: priorizar ciertos rubros significa sacrificar otros. Mientras algunos ven señales de progreso, otros perciben riesgos latentes. Lo cierto es que el reto será convertir las buenas intenciones en resultados tangibles y evitar que los recortes terminen afectando a los sectores más vulnerables.
En conclusión, como ciudadanos, nos corresponde mantenernos vigilantes y exigir transparencia en la ejecución de este presupuesto. Unas de cal y otras de arena, pero siempre con la mirada puesta en el desarrollo y bienestar de México.
Rafael Martínez Solís es politólogo y analista económico, con más de 15 años de experiencia en el estudio de políticas públicas. Actualmente, colabora como columnista en diversos medios especializados.