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La economía de las apps: cómo los mexicanos generan ingresos sin patrón

La economía de las apps: cómo los mexicanos generan ingresos sin patrón

No tienen jefe, no van a una oficina, no tienen un horario fijo. Pero trabajan diario, muchas veces más de ocho horas, conectados a una app que les da órdenes, rutas o clientes. Son repartidores, choferes, freelancers, revendedores digitales. En México, cientos de miles de personas viven —o sobreviven— gracias a plataformas digitales. Y lo hacen en medio de un modelo económico que ofrece flexibilidad, pero también precariedad.

¿Quiénes forman parte de esta economía?

El abanico es amplio: repartidores de comida (Uber Eats, Rappi, Didi Food), choferes de plataformas (Uber, Didi, InDrive), trabajadores de limpieza o servicios (Jüsto, Zolvers), freelancers en sitios como Workana o Fiverr, vendedores en línea por Mercado Libre, Amazon o Facebook Marketplace. Incluso creadores de contenido en TikTok o YouTube entran en esta categoría cuando monetizan su trabajo.

Todos comparten una característica: su fuente de ingreso no es un empleo tradicional, sino una aplicación o plataforma digital. Ellos deciden cuándo conectarse, pero también cargan con todos los riesgos y costos.

Flexibilidad con límites

Uno de los grandes atractivos de estas apps es la promesa de “ser tu propio jefe”. Muchos entran buscando ingresos extra, independencia o una salida rápida al desempleo. Sin embargo, la flexibilidad tiene límites: las plataformas premian la conexión constante, las buenas calificaciones, la velocidad de entrega o el número de servicios realizados.

Un repartidor puede elegir cuándo trabajar, sí, pero si no se conecta en los horarios pico o no acepta pedidos rápidos, su cuenta pierde visibilidad. En la práctica, muchos trabajan jornadas completas —incluso más— para alcanzar ingresos estables.

¿Cuánto ganan realmente?

Los ingresos varían mucho según ciudad, plataforma, horas trabajadas y estrategia personal. Algunos datos reales:

  • Repartidores: en ciudades como CDMX o Guadalajara, pueden ganar entre $300 y $600 diarios, descontando gasolina o datos móviles. Pero si hay baja demanda, la ganancia cae.
  • Choferes: con Uber o Didi, el ingreso promedio ronda los $1,000 diarios si trabajan más de 10 horas, pero el gasto en gasolina, mantenimiento y comisiones reduce la utilidad real.
  • Freelancers digitales: redactores, diseñadores, programadores cobran por proyecto. Algunos ganan en dólares, otros en pesos. Los ingresos pueden ser buenos, pero la competencia global es feroz.

Lo que es claro es que nadie garantiza un sueldo fijo. Cada quien se rasca con sus propias uñas, sin vacaciones pagadas, sin aguinaldo, sin seguro.

Riesgos y desventajas

Al no ser considerados empleados formales, la mayoría de los trabajadores de apps no tienen prestaciones. Tampoco hay respaldo en caso de accidente, enfermedad o suspensión de cuenta. Si un cliente los califica mal, si un algoritmo los castiga, si el celular se descompone… se quedan sin ingreso.

En el caso de repartidores y choferes, el riesgo físico es real: robos, accidentes, violencia. Todo corre por su cuenta. Y aunque algunas plataformas ofrecen seguros temporales, muchas veces los trámites son complicados y limitados.

¿Legalmente, qué son?

En México, la figura del “trabajador de plataforma” aún no está plenamente reconocida. No tienen contrato laboral con la app, pero tampoco son dueños del negocio. Están en una zona gris.

Algunos intentos legislativos han buscado regular este tipo de empleo, pero sin éxito real. Las plataformas se defienden diciendo que ofrecen oportunidad, no empleo. Y mientras no haya un marco legal claro, los trabajadores seguirán sin protección real.

Casos de éxito… y de burnout

Hay quienes han sabido sacarle provecho a las apps. Repartidores que organizan rutas eficientes, choferes que trabajan en zonas de alta demanda, freelancers que se especializan en nichos con mejor paga. Incluso hay quienes combinan plataformas y diversifican ingresos.

Pero también hay historias de agotamiento, frustración y abandono. Personas que no pueden desconectarse porque viven al día. Que se enferman y no pueden parar. Que caen en deudas por mantener el equipo necesario (celular, moto, auto, laptop) y no ven salida.

El papel de las plataformas

Las empresas de apps han ganado millones con este modelo. Pero su responsabilidad con los trabajadores ha sido mínima. Algunas han implementado seguros, bonos o programas de fidelidad, pero siempre de forma unilateral y sin garantizar derechos laborales básicos.

Organizaciones de repartidores y choferes han exigido reconocimiento, seguridad y mejores condiciones, pero las plataformas argumentan que son intermediarios tecnológicos, no empleadores.

¿Es esta la nueva forma de trabajar?

La economía de las apps llegó para quedarse. Para muchos mexicanos, representa una salida rápida ante el desempleo, pero también una trampa de precariedad. Lo que se necesita es equilibrio: que la flexibilidad no signifique desprotección.

La regulación será clave. No para eliminar estas formas de trabajo, sino para darles estructura, derechos y estabilidad. Mientras eso no ocurra, millones seguirán conectándose todos los días con un solo objetivo: ganarse la vida, aunque el algoritmo no siempre esté de su lado.

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